
La península de Quiberon: ¡donde la tierra y el mar son solo uno!
Unida al continente a través de un único brazo de tierra, la originalidad de la península de Quiberon reside en su particular geografía. Rodeada por el Océano Atlántico, solo unos pocos metros de tierra (¡22 metros en su parte más estrecha!) convierten a esta antigua isla en una península.
Su única vía de acceso ofrece unas impresionantes vistas al mar. Gire la cabeza a la izquierda y a la derecha: ¡no verá nada más que el océano y el horizonte! ¡Bienvenido al borde del mar!
Al atravesar el istmo de Penthièvre, su mirada se dirigirá a las extensiones de arena, que invitan a la tranquilidad y el descanso. El tren de sus vacaciones ya se ha puesto en marcha, ¡de modo que suba a bordo del tire-bouchon! Las velas y cometas colorean el cielo: ¡los kitesurfistas se deslizan sobre el agua y los surfistas y windsurfistas lo hacen algo más allá!
Más adelante, se alza el fuerte de Penthièvre que impregna la entrada a la península de aires militares. Hoy es propiedad del Ministerio de Defensa, por lo que no abre sus puertas al público salvo raras excepciones. ¡La imagen del fuerte desde el exterior sigue siendo impresionante!
Desde ahí, podrá “iniciar su conquista” de la península gracias a los numerosos senderos, puestos a su entera disposición. Visite los más de 40 kilómetros de la península a pie o en bicicleta y descubra los múltiples paisajes de esta “lengua de tierra”.
En la costa este, la península está protegida del océano, dibujando una magnífica bahía que se extiende tras las dunas. No es casualidad que figure en el Club de las bahías más bellas del mundo, junto con la bahía de Ha-Long en Vietnam, entre otras. Las largas playas de arena se extienden a lo largo de la bahía hasta Pointe du Conguel, ¡donde se encuentran los últimos granos de arena de la costa atlántica! ¡Le darán ganas de zarpar a alta mar!
La costa oeste de la península de Quiberon presenta un paisaje totalmente diferente. En sus costas vírgenes se alternan las calas y los acantilados, donde rompen las olas, dejando su rastro de espuma en la orilla.
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¡No es de extrañar que numerosos pintores y escritores encontraran aquí una fuente de inspiración! Los colores del paisaje cambian según la climatología, se dejan ver algunas flores y el castillo Turpault permanece impasible pese a las fuertes rachas de viento. Morbihan, la inspiración de las grandes ideas…
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